¡Justicia, tierra y
libertad!
“La discriminación en México no
tiene límites”. Con esta frase irrumpe en el panorama político mexicano un
profesor universitario que se hace llamar “Subcomandante Marcos”. Por cientos
de años, los indígenas mexicanos han sido víctimas no sólo del racismo y la
desigualdad, sino también de la muerte y el dolor que “la larga noche de los
quinientos años” ha traído. Es una historia cargada de sangre y lágrimas que no
termina. Por eso, desde las montañas de Chiapas, los indígenas mexicanos se
organizaron bajo el nombre de Ejército Zapatista de Liberación Nacional -EZLN-,
y liderados por el Subcomandante Marcos, exigieron al gobierno central que les
otorgara su autonomía, ya que el Estado nunca les garantizó educación, tierra,
alimento, o protección alguna.
A grandes rasgos, esta fue la
demanda que en 2001 entregaron al gobierno nacional. Inicialmente, el discurso
promovido por los “insurgentes” fue aceptado por el Estado y se firmó con ellos un pacto que le confería autonomía a los zapatistas en Chiapas. Sin embargo, a
su regreso a las montañas del sureste mexicano, el gobierno ya se había
retractado. De esta manera, los zapatistas vieron que un diálogo con el Estado
no era el medio que les conferiría su autodominio. Desde ese entonces, la “digna
rabia” los enarbola. Y actualmente ocupan, sin autorización del gobierno, 39
municipios en Chiapas, donde el Estado no hace presencia alguna, y son los
zapatistas los encargados de garantizar todos los servicios públicos (educación,
agua, luz, alimento, techo, entre otros) de la zona.
Por lo anterior, considero que
los zapatistas vieron inicialmente en el Derecho un instrumento de emancipación
que les permitiría conseguir su autonomía. Sin embargo, debido al
incumplimiento del pacto por parte del gobierno mexicano, se vieron
traicionados. Por eso, desistieron del diálogo y se retiraron a las montañas,
en lo que catalogaron como “el año del silencio” para rechazar al Estado
mexicano. El Derecho, lo vieron entonces, como una herramienta de control.
Esta causa del EZLN tiene como
promotor principal a su líder, a Marcos. Él es el ideólogo de la lucha
zapatista en México.
Entre los puntos más importantes
de la discusión propuesta por el Subcomandante Marcos se encuentran dos que
quisiera destacar: la globalización y la discriminación como armas de
destrucción del indígena.
Con la llegada de la
globalización en los años noventa, el libre cambio comercial se hace necesario.
De ese modo, los mercados regionales y locales tienen que competir con grandes
multinacionales que finalmente los conduce a la quiebra. Así mismo, según un informe de la
OIT, el 60% de los recursos naturales de la Tierra se encuentran en territorios
indígenas, luego “no sorprenden los
múltiples conflictos por el uso y destino de sus tierras alrededor de los
intereses de gobiernos y empresas (…) La explotación de recursos (petróleo y
minería) y el turismo son las principales industrias que amenazan los
territorios indígenas en América” (entrevista de Martha García en “La
Jornada”, 28 de mayo de 1997). Con esto, hago referencia, a las multinacionales
que llegaron a Chiapas para lucrarse con los suelos de los territorios
indígenas, sin evitar el uso de la violencia para conseguir sus fines.
Ahora desarrollo el otro punto de
la agenda de Marcos, el de la discriminación producto de la
misma globalización. En la práctica del capitalismo, quien no es protagonista
de la cruzada neoliberal, es decir, quien no compite en la economía de libre
mercado (el caso de los indígenas, quienes están acostumbrados a vivir con una
economía natural, sin depender de nadie), es rechazado y, posteriormente, eliminado.
El neoliberalismo se convierte en su verdugo. Por esta razón, al Estado no le
importa en qué condiciones se encuentren las comunidades indígenas, ya que
estas “ni suman, ni restan” en cuanto respecta a la economía, y de ese modo, se
vuelven invisibles para los intereses nacionales.
En esas condiciones se encuentra
hoy la lucha zapatista. Espero, las demandas por techo, tierra, trabajo, pan,
salud, educación, independencia, democracia y libertad, tengan algún día frutos
y dejemos de vivir en un mundo tan desigual.
Diego Mauricio Olarte Rincón
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